En un día caluroso, en el tiempo del sopor de la tarde, volvieron como rebotar de un eco, las palabras de mi profesora y médica de Medicina Tradicional China sobre el Qi [tch’i] 氣. Es decir, sobre lo que muy simplemente y de modo no totalmente correcto, en nuestras lenguas llamaríamos energía vital.
Pero volviendo a las palabras de mi profesora, resulta que ella en la primera clase, nos dijo que cuando una persona muere, el Qi no desaparece, sino que se dispersa y vuelve a la naturaleza, sin que se sepa adónde. Esto me pareció genial y por ello se me quedó dentro y salió en el tiempo del sopor de la tarde.
Pero ¿qué es el Qi? Es algo muy concreto. Si analizamos la legua materna china, la palabra Qi está formada por dos partes: Qi 气, que es gas, aire, nube, vapor y Mi 米 [mǐ], es decir, arroz. O sea que las dos palabras juntas indican algo muy real de la vida: el arroz que necesita de la humedad, del aire, de las nubes, para crecer.
Además, según la sabiduría que originó la medicina tradicional china, en el Sù Wèn (Preguntas Sencillas) del Canon de Medicina interna del Emperador Amarillo, se encuentran estas palabras:
La vía está en la Unidad, y los espíritus imprimen un movimiento de rotación sin regresar jamás. Si lo hicieran, eso sería la pérdida del mecanismo sutil de la vida.
Estas palabras me parecen muy sabias y muy de mujeres. Todas deberíamos sentir que todo lo que es vida y ya se ha ido no puede volver porque sería la muerte, como fue la muerte del famoso “eterno retorno” de la filosofía greco-patriarcal. Porque lo que garantiza la eternidad del Qi no es entretenerlo y agarrarlo como si fuera solo nuestro, sino cuidar de su movimiento. Y si una realidad termina, también si ha sido la realidad que más nos ayudó a las mujeres y la que decía las palabras más bellas, deberíamos recordar que la vida sigue siempre sus misteriosos movimientos. Cuando el Qi se estanca y no se mueve más, “c’est fini”, es decir: se acabó y el Qi se va. Y sin Qi no existirían tampoco las palabras bellas, porque también ellas nos enseñan libertad y quieren ser siempre libres.
Por tanto, basta de preocupaciones inútiles, de palabras vacías en busca de culpables. Más bien sólo agradecimientos, porque el Qi nos permitió vivir muchos años y ahora ha salido y se ha ido. Quizás ahí no tenía ya aquel lugar que le permitía seguir en continuo movimiento. Quien quiera tendría que descubrir adónde se ha ido. ¡Un nuevo enigma para seguir naciendo!